jueves, marzo 22, 2007


Querría hablar un poco acerca de estas obras de un formato menor. Si yo fuese un escritor, estas pinturas corresponderían a mis cuentos, frente a las otras pinturas de mayores dimensiones que serían las novelas. Pero no simplemente por una cuestión de tamaño, sino por una cuestión de una lógica interna diferente.
Cuando pinto una obra con vistas a ilustrar una tapa, lo que importa en cuanto a cumplir con su función, es su atractivo visual, su seducción al posible lector, y su empatía con el espíritu del libro en cuestión, con el tema, o al menos, en el peor de los casos, con su título, que podría ser así, también, el título de la pintura. Cuando presento estas obras en otro contexto, en el ámbito de una galería de arte o un museo, es decir, cuando las presento como arte, nada de lo anterior es importante. Las obras deben sostenerse ahora por sus propios medios, como obra autónoma. Por lo tanto estas pinturas deben cumplir un doble propósito.
Cuando se ve un grupo de ellas lo que se pone en relieve es la heterogeneidad de las imágenes y de estilos, y las diferencias y semejanzas con el corpus constituido por mis pinturas de mayor tamaño. Lo que me interesa es no permiten una posibilidad de clausura, de cierre temático o formal de mi obra haciendo que esta admita siempre nuevas incorporaciones. Ilustrando esto, la pintura que usé para Actos melancólicos de Christian Gundermann.

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