Daniel García
viernes, diciembre 15, 2023
Intervención danzada de Natalia Perez
Texto de Jesu Antuña sobre Sirenas
En Trance y otras pinturas, la muestra que presentó el año pasado en el Museo Castagnino de Rosario, propuso un descenso carnal hacia el duelo a través de unas pinturas de características espectrales que creó a partir de la apropiación del archivo de imágenes producidas bajo la órbita de Jean-Martin Charcot en el Hospital de La Salpêtrière durante las últimas décadas del siglo XIX. En la muestra actual en la galería Gachi Prieto, el espectro es abandonado por una figura mitológica con la que comparte la posibilidad de circulación entre ambos mundos, el de la vida y la muerte. Las siete pinturas de gran formato que presenta en esta ocasión recuperan la antigua leyenda de las sirenas, una figura milenaria del Mediterráneo que aparece representada en relieves funerarios, en esculturas, cerámicas, ánforas y platos. Contrariamente a la imagen que tenemos en mente hoy, en la Antigüedad las sirenas eran seres híbridos, con cuerpo de pájaro y rostro de mujer. Posteriormente Disney se encargaría de popularizar la versión ictícola de la leyenda.
En el texto de sala, García remonta la tradición de las sirenas a Ba, un ave con cabeza humana que para los egipcios representaba la fuerza animada de cada fallecido, es decir, es un concepto vinculado a la agencia de los muertos. Esto se conserva en la tradición griega, ya que las sirenas son mujeres que habitan ambos mundos. Probablemente la primera obra escrita en la que aparecen las sirenas sea en la Odisea de Homero. Allí Odiseo es advertido por Circe del canto peligroso de las sirenas, por lo que cubre con cera los oídos de los marineros mientras él mismo se ata al mástil para oírlas sin sucumbir a su canto.
Las siete sirenas de García son acompañas por un audio de una hora y media de duración, en el que se recuperan ambientes y archivos sonoros, configurando el canto potencialmente peligroso de estas figuras míticas. Como es característico de su producción, los cuerpos de grandes dimensiones se encuentran en el centro de la imagen, pero el paisaje del fondo no es un detalle menor. Los paisajes selváticos y montañosos, la exuberancia vegetal o el fondo difuso de una de las pinturas remiten a espacios de transición en donde no podemos distinguir si las plantas están prontas a morir o apenas brotando. La extrañeza es, además, una característica de estos cuerpos quiméricos. En las siete pinturas el rostro humano se reitera, remite siempre a la misma mujer, aunque asume diferentes posturas. Por lo general mira hacia uno de los lados, lo que provoca un cruce de miradas entre una obra y otra y genera cierta circularidad en la muestra. El cruce de miradas se rompe con la obra que se encuentra en el fondo de la sala: una pintura destacada y dramática. Entre la naturaleza exuberante, una sirena oculta su rostro con un pelo negro profundo que remite a la imagen de un cuervo, pájaro tradicionalmente ligado a la muerte. La naturaleza parece agonizar sobre el lado inferior de la imagen, mientras el pelo comienza a mezclarse con el plumaje.
Las grandes garras de las sirenas exacerban su carácter híbrido, vinculándolas con lo tenebroso del mundo animal para sugerir un descenso al ultramundo. Como en otras ocasiones, la concepción pictórica en García se vincula al umbral, un espacio ontológicamente indefinido que oscila entre la vida y la muerte.
Jesu Antuña
Revista Otra Parte, 23 nov, 2023
jueves, diciembre 14, 2023
Sirenas en Gachi Prieto
Terminada la muestra en Rosario, llevé las siete pinturas de las sirenas a Buenos Aires para presentarlas en la galería Gachi Prieto, desde el 28 de septiembre al 30 de diciembre de este año. Con las mismas pinturas, una muestra distinta, más luminosa. Las fotos son de @registroexacto
Texto que acompañó a la muestra Sirenas en Galería La Toma
Sirenas
Desde tiempos muy antiguos, en el Mediterráneo corría la leyenda de una isla misteriosa en cuyas orillas los marineros perecían atraídos por el canto de los pájaros. Estas aves eran denominadas Sirenas, y se decía que tenían el rostro de mujer. Al menos así aparecían representadas en relieves funerarios, en esculturas y cerámicas, y pintadas en ánforas, hidrias, vasos y platos. Posteriormente aparecen también retratadas con senos y brazos, y ocasionalmente con instrumentos musicales: la lira y el aulós. Su iconografía originaria debe mucho a Ba, el ave con cabeza humana, que era para los egipcios la parte inmortal del ser humano, digamos, el alma. Se emparentan con otras figuras míticas aladas con rostro de doncellas: las arpías y las esfinges, aunque las arpías son más bestiales y con grandes garras, y las esfinges tienen cuerpo de león. Solo las Sirenas cantan, pero todas ellas pertenecen al mundo ctónico o telúrico, y se relacionan de una u otra manera con el inframundo. Se dice que las Sirenas eran hijas de Aqueloo (el que ahuyenta los pesares), el dios del río del mismo nombre, y una de las musas (cuya identidad varía según los autores). Originalmente eran las jóvenes y bellas compañeras de Perséfone y su transformación es consecuencia de no haber logrado impedir el rapto de esta por parte de Hades. Según algunos fueron castigadas por Démeter y convertidas en aves. Según otros, su metamorfosis fue voluntaria: pidieron a los dioses alas para poder buscar más rápidamente a Perséfone. Cualquiera sea el caso, se supone que continúan frecuentando a su antigua compañera, ahora devenida reina del inframundo, y por eso es tan abundante su representación relacionada con ritos funerarios.
De entre los muchos textos donde se las nombra, destacamos su aparición
en tres grandes obras clásicas: la Odisea
de Homero, las Argonáuticas de
Apolonio de Rodas y las Metamorfosis
de Ovidio. Es popularmente conocido el relato de Homero acerca de cómo Odiseo,
siguiendo los concejos de Circe, tapona con cera los oídos de sus marineros y
se hace atar al mástil de la nave, para oírlas sin sucumbir a su canto. Una
atadura para librase de otra, porque una de las etimologías posibles para Sirenas
es σειρα que en griego antiguo es cadena o lazo. La astucia, el engaño, triunfa
sobre la seducción.
Apolonio, en un texto posterior en dos siglos al de Homero, narra un
episodio que es en realidad anterior al de Odiseo. Orfeo, a bordeo de la nave
Argos, las vence cubriendo el canto letal con el sonido de su lira. Apolonio
utiliza la palabra άκριτος (acrítico, no dividido) para describir el canto de
las Sirenas, un canto continuo, no separable en vocablos como el humano. Este
canto continuo es superado por las notas discontinuas de la lira de Orfeo. El
romano Ovidio Publio Nasón, por su parte, cuenta en su Metamorfosis el origen de las Sirenas y su transformación en aves
con rostros femeninos.
Estas aves mitológicas son citadas también en otros textos clásicos, como
Helena de Eurípides (donde se las
menciona como “vírgenes hijas de la tierra”) y la Eneida, de Virgilio, y, por supuesto, más contemporáneamente, Joyce
trata con ellas en el complejo y musicalmente estructurado capítulo 11 del Ulises y Kafka especuló acerca de su
posible silencio.
Maurice Blanchot dice que las Sirenas “parece que cantaban, pero de un
modo que no satisfacía, que únicamente permitía oír en qué dirección se abrían
las verdaderas fuentes y la verdadera dicha del canto. No obstante, con sus
cantos imperfectos, que sólo eran un canto por venir, conducían al navegante
hacia ese espacio donde el cantar comenzaría verdaderamente”. El canto “era una
distancia, y lo que rebelaba era la posibilidad de recorrer esa distancia, de
convertir el canto en movimiento hacia el canto y dicho movimiento en la
expresión del mayor deseo”.
A partir de los siglos IV y V después de cristo, la iconografía de las
Sirenas va mutando: desaparecen las aves con rostro femenino y proliferan las
mujeres con cola de pez. Al parecer, las Sirenas griegas migran. Unos siglos
después, llevado por los mercaderes persas, su mito llega a Rusia y se
reencarna en Sirin, un ave cantora
con rostro femenino, que según la leyenda vive en las cercanías del río
Éufrates. No es la única ave con rostro de mujer en la mitología rusa, también
el mito de Alcíone, transformada por
Zeus en ave llega a las estepas, donde recibe el nombre de Alkonost. Gamayún es, en
el folklore ruso, otra ave con rostro y torso femenino. Se cree también
inspirada en las sirenas griegas, y según la leyenda, su canto es profético.
Ofrezco todo esto que he relatado no a modo de explicación, sino
simplemente como un contexto para esta muestra. El mito de las Sirenas, y
especialmente su iconografía, fue la inspiración inicial para una serie de pequeños
dibujos y grandes pinturas en los que vengo trabajando desde hace un tiempo. Llegada
la ocasión de exhibir parte de ese material, decidí hacerlo en el espacio de La
Toma, esta suerte de inframundo al que, para encontrarse con mis extrañas aves,
hay que descender por una estrecha escalera, llegando a una especie de vasta cripta
oculta, en un establecimiento que, recuperado por sus trabajadores luego de su
quiebra, vive su vida después de la muerte.
Decidí también invitar a compartir esta experiencia a Yamila Glardón, quien
propuso hacerlo mediante una instalación performática: Vacíos del silencio, que plantea la posibilidad del cambio, de la
metamorfosis. Explorar lo transmutable, habitar el vacío de la forma, para
traspasar los estados de la materia. De la tierra al aire.
El mito, o sus imágenes, ha servido como excusa, como disparador. Cada
uno trabajó luego con sus propias obsesiones, su propia sensibilidad, su propio
deseo.
Daniel García
agosto 2023
miércoles, diciembre 13, 2023
Sirenas en Galería La Toma
Desde el momento en que me di cuenta que Sirenas sería una serie, decidí mostrarlas en Rosario, y me pareció que el lugar adecuado era el espacio ubicado en el subsuelo de La Toma, que está regenteado por la Facultad de Artes de Rosario. De modo que hablé con Pablo Silvestri, el coordinador del espacio, para ver si esto era posible, y luego de su confirmación, comenzamos a planificar la muestra. El lugar me interesaba por varios motivos. En parte por su historia, al tratarse de un ex supermercado que quebró en la crisis del 2001 y que fue ocupado por sus empleados, generando un mercado, un bar, y dando espacio a varias agrupaciones gremiales y políticas. El espacio de la galería de arte en sí, me interesaba por sus características under, un espacio poco conocido fuera del ambiente, al que se accede descendiendo por una estrecha escalera, lo que generaba un clima propicio para la exhibición en la que estaba pensando. La arquitectura del espacio, dividido por columnas de hierro en tres naves, me remitía a la arquitectura tradicional de las iglesias. Coloqué las pinturas a los lados, como las imágenes religiosas, y pinté en la pared del fondo, en el lugar del cristo, una sirena de tres pares de alas, inspirada en la iconografía de los Serafines. Como el espacio es muy amplio, decidí ocuparlo también mediante el sonido, y realicé una ambientación sonora que mezcla sonidos naturales: olas, viento, hojas de árboles, canto de aves, con susurros, ruidos extraños y un drone muy grave. Para participar de la muestra invité a Yamila Glardón, que realizó una instalación en el centro del espacio, y dos performances, en la apertura y el cierre de la muestra.
Sirenas
Todas las pinturas están realizadas con acrílico sobre lienzo y miden 210 o 200 cm de alto por 150 de ancho. El título de todas es Sirena, seguido de un número.
La liebre dorada en la Biblioteca Estrada
En el marco de la muestra que estuve realizando en la Biblioteca, y en el contexto de la Sexta Quincena del Arte de Rosario, dí una charla para un grupo de chicos de escuela primaria, que luego dibujaron inspirados en el tema.