jueves, noviembre 24, 2016

Proyecto Peep Show

Este año, además de la serie  Acróbatas, de los perros (estoy debiendo una entrada al respecto) y de otra multitud de cosas, gran parte de mi tiempo se lo llevó la fotografía. Proyecto Peep Show, que se podrá ver a partir del 25 de noviembre en el Museo de Arte Contemporáneo de Rosario (Macro) como obra participante del Salón Nacional, es la punta del iceberg de una gran serie de fotos. Una parte de ella (que en un primer momento recibió el nombre de Proyecto Webchat) puede verse en Instagram bajo el hashtag #proyectopeepshow.
Estas fotos están tomadas con una tablet Samsung Galaxy Note enfocando sectores de una ventana de chat sexual en un monitor de computadora. El campo de la imagen, el foco y la nitidez de la trama de la pantalla, están regulados modificando la distancia (de muy pocos centímetros) entre la tablet y el monitor. En algunos casos las fotos están ligeramente retocadas con el editor de Instagram.













La idea es simple, y no es nueva: recorrer internet como un ciberflâneur. En este caso un flâneur fotógrafo recorriendo sitios web de chat de sexo. Estos sitios como Chaturbate, Camgasm, Bongacams, Chatsexoporcam y otros similares, son los herederos de los shows de sexo en vivo, los cuales a su vez se relacionan con las máquinas de peep show, aquellas de “eche veinte centavos en la ranura” como decía Raúl González Tuñón, en las que podían verse mujeres desnudas, personajes asombrosos o paisajes extraordinarios. En suma, espectáculos destinados a provocar, y supuestamente intentar saciar, la escoptofilia del espectador.
Estos sitios web, desde los más amateur a los completamente profesionales, ofrecen todo tipo de performances de sexo en vivo, ya sea por personas solas, en pareja o, en algunos casos, en grupo. El ciber espectador, puede chatear, solo ver, o pagar para hacer pedidos especiales o tener un show privado. En algunos casos, en los sitios profesionales por ejemplo, lo que aparece a vista de la cámara es, evidentemente, una escenografía artificial. Generalmente se trata de un dormitorio reluciente decorado con algunas lámparas y esculturas kitsch. En otros casos, la gente se muestra en su casa, bañándose, cocinando o sentados en su sillón de computadora. O improvisan una escenografía en su dormitorio o en un rincón cualquiera. En todo caso, son conscientes de que todo lo que entra en cuadro está para ser visto. 













Lo que presento en el Salón Nacional, bajo el mismo nombre que el proyecto en el que estoy trabajando (y que ya lleva más de 3000 fotografías) es una selección de nueve imágenes. Lo que he registrado con la cámara de mi Tablet, al capricho de mi recorrido de flâneur, no son tanto los actos sexuales, las masturbaciones o los órganos genitales que se muestran abundantemente en pantalla (aunque no los he descartado del proyecto general), sino pequeños detalles: el fragmento de un rostro, un tatuaje, el estampado de un empapelado o de una tapicería, una lámpara o un cuadro en la pared… postales de un mundo que, retomando a González Tuñón, nos ofrece una “fiesta, fiesta casi idiota/y tragicómica y grotesca./Pero otra esperanza remota/de vida miliunanochesca…”

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