lunes, diciembre 16, 2019

Gilda



Hace poco más de un mes, el 13 de noviembre, falleció la poeta, profesora de literatura, editora, correctora editorial y dibujante Gilda Di Crosta. Gilda, mi pareja, mi compañera, mi amor. Su partida marca para mí (y para muchos) el comienzo de un tiempo otro, un corte abrupto cuyas consecuencias aún no puedo ni imaginar. Un acontecimiento tan importante como lo fue nuestro encuentro, hace 11 años. Pero mucho, infinitamente, más brusco. Porque una relación se construye en el tiempo, más allá del flechazo inicial. La muerte siempre es súbita, aunque sea la consecuencia de una enfermedad. Ocurre en un instante, definitivo, irreversible. Detiene el tiempo, señala su final. Por eso más allá solo es posible otro tiempo, radicalmente separado del anterior. El tiempo del recuerdo, de la memoria, el único paraíso – o infierno –, que nos aguarda después de la vida. No sé cuánto me queda aún por vivir, pero sé que la recordaré en todo momento, con amor, con ternura, con alegría, con agradecimiento. Siento que me acompaña todo el tiempo, pero lamento, y es un dolor lacerante, que yo ya no puedo llegar hasta ella.

Para quienes quieran conocer algo más acerca de Gilda, dejo aquí el link de una página de Facebook donde se puede encontrar algo de su producción.

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