Este es el texto que escribí para acompañar la muestra en la Galería Mar Dulce:
Tanto en la Ilíada como en la
Odisea, Homero menciona a los acróbatas. Más precisamente, Homero dice κυβιστητῆρε
(kubistéteres), los que ruedan como los dados (κυβος). Jenofonte en El Banquete habla de μαχαίρας κυβιστᾶν, volteretas entre espadas, llevadas a
cabo por una ὀρχηστρὶς
(orchistris). Dentro de las diversas actividades físicas de la Antigua Grecia,
la cubística era la disciplina que comprendía
a los malabarismos, las contorsiones y las acrobacias. La orquéstica era la que agrupaba a las danzas, que eran también
acrobáticas. La característica que define a la acrobacia es la “inversión del
cuerpo” mediante la rotación en alguno de sus ejes. Una “transgresión postural”
que implica una relación no habitual con la gravedad. Rodar como dados,
entonces, en unos movimientos que son obra del arte, pero en los que también interviene la suerte, lo aleatorio (alea
se llamaban los dados en latín). Unos saltos que pueden ser mortales, porque también el riesgo es un
elemento de la acrobacia, como sucede siempre que el cuerpo se pone en juego.
Escribe Jacques Lecoq: “Girar en
el sitio, hacer una cabriola o una paloma, es simplemente jugar con tu cuerpo
intentando distraerlo de la urgencia de la gravedad y el equilibrio.” Ese jugar con el cuerpo, esa salida del
equilibrio, coloca al cuerpo en posiciones inhabituales, en posiciones no
familiares, a veces incluso unheimlich.
Los cuerpos saltan, se retuercen, rotan, se reacomodan. Didi-Huberman dice,
hablando del bailaor flamenco Israel Galván (pero lo mismo puede aplicarse a
los acróbatas), que éste “descompone y recompone su cuerpo”.
Es sobre esta recomposición del cuerpo que vengo
trabajando desde 2015, y he exhibido parte de ese trabajo en varias muestras. Uno
de los temas recurrentes en estas obras es la adaptación del cuerpo al plano rectangular del papel o de la tela,
es decir, el acomodarse a través del arte
a las circunstancias dictadas por la suerte.
Hallar otra forma posible para el cuerpo en condiciones que no son las habituales.
En Otros acróbatas he intentado
expresar, citando nuevamente a Didi-Huberman, “tanto la profundidad (gravedad de una experiencia interior) como la risa (levedad del juego, virtuosismo
infantil)”.